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jueves, 16 de octubre de 2014

Sueño de una noche de... ¿Octubre?

Pues sí, señores. Hará unos días tuve un sueño relacionado con Star Wars, que me gustó lo bastante cómo para meterle un poco de trasfondo y convertirlo en un pequeño relato. Así pues, lo pasé a escrito y hoy he vuelto a revisarlo y alargarlo. ¿Opiniones? ¿Quejas a mi subconsciente? ;)

Mis pasos apenas resonaban en el artificial suelo del nuevo Templo Jedi. Como siempre, acerqué una mano a la pared y rocé su suavidad, su limpieza: probablemente un templo Jedi no debería lucir así, tan moderno, pero a mí me gustaba más que el anterior, aunque ese solo lo conociera por descripciones. Sonreí. El destino era todo un truhán.
Pasaron aún unos instantes antes de que mi percepción me avisara de la cercanía de otra persona, y para entonces ya lo veía doblar una esquina. Lo miré y le sonreí: de pelo oscuro y rizado, Jeyem era un buen hombre. Su mirada se desvió casi de inmediato al libro que llevaba en la mano izquierda, un grueso volumen recién encuadernado. Pero entonces, variando mi sonrisa a una más ladina y sin dejarle tiempo de reacción, levanté el blaster que hasta ahora mi mano derecha había ocultado tras mi espalda. Le apunté al pecho.
Sorprendido, casi anonadado, él abrió su sable de luz y se tensó. Me gustaba verlo así, me gustaba tener el control de la situación… pero no era cuestión hacerlo sufrir de ese modo.
-Dime, -empecé, quitándole el seguro. -¿Si cierras los ojos y disparo, podrías defenderte?
Su cara fue un poema: parpadeó varias veces antes de poder articular el más mínimo sonido, y aun así fue un balbuceo de negación. Yo reí un poco y bajé mi arma antes de tirarle el libro, tranquila de que lo cogería.
-Los Jedi de antaño podían. –Me mofé, señalando el volumen con la mirada. –Aquí lo explica todo.
Él ahora sonrío, visiblemente más tranquilo. –Pues entonces nos tocará practicar.
-Perfecto. Avísame cuando necesites probarlo.
Y con la misma calma con que lo había amenazado, me di media vuelta. Mi obra, una traducción de un texto de la antigua Orden Jedi, estaba ahora dónde tocaba.

De hecho, me planteé mientras salía, no me disgustaba tanto mi nueva vida de archivera. Los nuevos guardianes de la paz, ahora independientes de una ya inexistente República, necesitaban toda la ayuda que pudiera prestárseles. Pero a veces, muchas veces, echaba de menos el familiar peso de un sable de luz en la cintura, la emoción del combate desenfrenado y el no llevar lentillas. Esto último sobretodo… pero mis ojos, ahora de un ámbar bien definido, resultaban inquietantes a los jóvenes padawan. Y es que sólo Nomal, el nuevo líder de la nueva Orden, conocía mi identidad y mi pasado: tres semanas bajo las órdenes de un Sith que me marcarían para el resto de mi vida. Él, como Jedi superviviente a la última guerra, podía percibir perfectamente la oscuridad en mi aura, pero a la vez sabía que era una valiosa aliada y habíamos llegado a una tregua.
La pregunta era: ¿cómo se lo tomarían los aprendices cuando lo descubrieran por ellos mismos? Sonreí entre dientes: tenía honesta curiosidad.  

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